Arquitectura y diseño
Jordi Forés

¿Cuál fue el origen de la arquitectura?

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Descubre ahora cuál es el origen de la arquitectura y cómo evolucionó hasta el concepto que tenemos hoy en día.

El ser humano ha buscado siempre desde sus inicios construir espacios donde poder sentirse cómodo y en paz. Hoy en día vemos esos espacios a todas horas y en todas partes: nos gusta admirarlos desde los miradores, los visitamos en ciudades o pueblos de otros países y nos quedamos embelesados con esas enormes estructuras que se alzan imponentes hacia el cielo.

En realidad, la arquitectura es considerada una de las siete bellas artes, entre las que están la pintura, la escultura, la música, la literatura, la danza y el cine. De hecho, formó parte de las famosas "competiciones de arte" desde 1912 hasta 1948, haciéndose hueco en los Juegos Olímpicos.

Su origen etimológico viene del griego "architekton", que significa "el jefe que manda a los albañiles". Y es que ya muchos siglos atrás la figura del arquitecto era esencial, especialmente cuando comenzaron a construirse los primeros templos de culto.

¿Quieres saber más? No te pierdas entonces cuál es el origen de la arquitectura. Haremos un breve recorrido por la Antigüedad, pasando después por la Edad Media y el Renacimiento para terminar en la actualidad.

¿Preparado? Pues vamos a por ello.

¿Cuándo comenzó el ser humano a construir?

origen arquitectura

Para responder a esta pregunta sobre el origen de la arquitectura, necesitamos remontarnos a la Prehistoria, a nuestros orígenes como especie y a las necesidades de supervivencia que teníamos en aquel momento.

En realidad, toda especie en mayor o menor medida construye sus refugios para sobrevivir: los pájaros hacen sus nidos, las abejas sus colmenas y los conejos cavan sus madrigueras.

Las inclemencias del tiempo y los depredadores eran nuestros mayores enemigos, por lo que ya desde los inicios las cuevas o los refugios hechos de ramas y hojas eran lo más básicos y necesarios para nuestra supervivencia.

Dejamos por supuesto nuestra huella en ellos, teniendo como ejemplo los famosos dibujos de las cuevas de Altamira. Podríamos decir que el origen de la arquitectura es la supervivencia de la especie.

Pronto, sin embargo, empezamos a tener una necesidad más allá del simple refugio. Abandonamos los recursos naturales y comenzamos a darle a la construcción de nuestros refugios no solo un formato más duradero a través de la piedra y la madera, sino también más espiritual. Empezamos a colocar piedras sobre tumbas a modo de protección y a realizar construcciones básicas para invocar la lluvia para nuestros campos.

Esto último, la necesidad de sobrevivir y nuestra dependencia de elementos como la lluvia o el sol nos llevó a crear nuevas construcciones a modo de representación divina, para dirigirnos a alguien a quien rezar cuando el hambre acuciaba. Quizás el ejemplo más evidente que tenemos hoy en día son las pirámides de Egipto, que se construyeron como lugares de entierro donde el faraón podía descansar y ascender a los cielos en forma de estrella. Así, podían establecer su contacto con el más allá y rezar a los dioses para recibir sus dones.

De lo pagano a lo sagrado

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Este afán por contactar con los dioses y el sentido de lo divino caló hondo en nuestros antepasados, sirviendo de base para construir tribus y ciudades estratificadas donde los más "lejanos a lo divino" permanecían en los bajos fondos, mientras que los más poderosos y cercanos a los dioses disfrutaban de alturas privilegiadas.

Las mejores casas y los barrios más amplios se idearon para alojar y dar espacio a aquellos que eran considerados superiores y más cercanos a las divinidades, mientras que los materiales más perecederos se destinaban a barrios bajos de esclavos y siervos. Casi de seguido, las tribus empezaron a necesitar murallas para protegerse de los depredadores y de otras tribus que buscaban su terreno.

Las ciudades emergieron como una consecuencia inevitable, como fue el caso de las polis griegas, pensadas para ser totalmente autosuficientes y así conservar su terreno y legado.

Cada vez necesitábamos más y más espacio, pasando de apilar casas sin control a habilitar zonas de recreo donde celebrar nuestras fiestas de la cosecha y nuestros sacrificios. Comenzamos a crear verdaderas joyas, pues el sentido divino seguía gobernando nuestras vidas hasta el punto de que había competencia por ver qué dios gozaba de la construcción más impresionante y elaborada. Aquí comenzaron a idearse y materializarse las siete maravillas conocidas del mundo antiguo.

La Iglesia, la política y su influencia en la arquitectura

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No será sorpresa añadir que en el momento en el que la Iglesia hizo acto de presencia, la función de la arquitectura se basó casi exclusivamente en la creación de capillas y lugares de culto donde poder adorar a Dios. Tenemos las catedrales como la manifestación más evidente.

Los reyes comenzaron a exigir casas y mausoleos dignos de su rango tanto en esta vida como en el más allá y el sistema feudal se implantó como una nueva realidad.

El objetivo seguía siendo ser el más ostentoso, el más grande, el más bello y el más rico, siendo la Iglesia la principal inversora en arquitectura de aquel momento.

Llegó a haber verdaderas rivalidades por el poder que no importaban las guerras o el destrozo de obras importantes. Siempre se podía mejorar y tener la oportunidad de nuevo de crear algo aún más extraordinario. Con la llegada del Renacimiento y el descubrimiento de obras culmen de la arquitectura, pausó un poco la tendencia a crear sin parar solo por lo estético y se comenzó a pensar en un sentido más funcional.

Surgieron los espacios de trabajo, que culminó con la llegada de la industria a nuestras vidas. Seguíamos necesitando espacio, pero no solo para adorar a nuestras divinidades o demostrar nuestro poder, sino también para producir. Para crear. Para tener capacidad de almacenar y guardar en esta era que se aproximaba.

La arquitectura en la actualidad

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Esa necesidad de producir y de almacenar de forma masiva trajo consigo un problema: la falta de espacio. Las ciudades estaban cada vez más colapsadas y miles de pueblos quedaban absorbidos por las grandes metrópolis. No tardamos mucho en pensar en la palabra "optimización" y en cómo reutilizar espacios, como aprovechar los recursos que tenemos para seguir siendo útiles a nuestras sociedades.

Hoy en día, la arquitectura vive uno de sus momentos más importantes, sobre todo gracias al auge de la sostenibilidad como forma de vida.

Ya no solo vale con optimizar, sino también con reconstruir espacios que sean amigables con la naturaleza. Buscamos de nuevo el contacto con la tierra, con nuestros orígenes primitivos y un nuevo prisma: el de reconectar con el planeta y aprovechar los recursos que nos da de forma responsable.

Por supuesto, es uno de los mayores retos de la humanidad. En este sentido, todos podemos y debemos aportar para dejar un legado digno de nuestros descendientes.

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